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San José ha dicho "si"



Por lo que conocemos en los Evangelios, San José ha sido una persona que ha dicho siempre “si” a Dios.

Sabemos también que, siempre en los Evangelios, de él se habla poco. Y que él habla todavía menos, más aún, no dice ni una palabra.

Las únicas dos ocasiones en las que se habla de él son aquella en la que Jesús se hace hombre, entra en el mundo humano y en la historia de salvación de Israel (su nacimiento, todo aquello que lo preparaba, la presentación al templo) y aquella en la que Jesús se hace adulto y entra en el mundo social de la época (lo reencontraron en el templo).

Por tanto si se habla de José, se lo hace en estricta referencia a Jesús, porque él existía en función de Jesús .

En cada una de estas ocasiones habrían tantas cosas que podrían atraer nuestra atención. Basta sólo una frase, aquella con la cual Mateo da las primeras pinceladas y nos presenta a San José por primera vez en su Evangelio: “...Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús”.

Una larga lista de antecesores que parte de Abraham para llegar a José. La cadena aquí se interrumpe, si observamos bien; Jesús parece no tener nada que ver con José ni con todos aquellos que lo han precedido, porque él nace de María. José tiene que ver con Jesús tan sólo porque él es el esposo de su madre.

He aquí: el largo elenco de los hombres que trasmiten la vida (de cada uno se dice: “engendró”) se termina en José. El parece poder ser padre de Jesús sólo porque... no lo es, es decir, porque acepta de recibir a Alguno del cual el sujeto que lo generó es Otro.

Este misterio de la vida de José es luz para el misterio de nuestra aventura de seres humanos, porque nos indica el primer paso que también a nosotros nos toca dar para entrar en la familia de Jesús, aquella de la cual hablará El mismo diciendo: “ ¿Quién es mi madre, quiénes son mis hermanos?”. Del resto, si a primera vista parece que fuera Jesús el que entra en la familia de David, en realidad es la familia de Abraham y David, la que a través de José, se une a la pequeña familia de María que lleva a Jesús en ella por obra del Espíritu Santo.

El primer paso para entrar en esta familia, en la que es el Espíritu quien genera es, por tanto, simplemente, aquel de... ¡no hacer nada!

Sí, justamente así: en todos aquellos “engendró” de la lista de Mateo se ven las huellas del obrar humano, que trabaja, construye, siente, piensa, evalúa, planifica, decide y obra. Todo este obrar es atravesado, y lo vemos a lo largo de toda la lista de antecesores, por debilidades y pequeños o grandes pecados. Pero, llegados a José, vemos que con él esto termina. Como ya su esposa antes, José y María interrumpen la cadena de la acción humana, aquella en la cual el hombre es –podríamos decir – activamente activo, para inaugurar aquella de la acogida de la acción divina, aquella en la cual el hombre es activamente pasivo.

“... Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús”: en estos pocos rasgos podemos admirar aquello que es el secreto de la vida divina respecto a nosotros los hombres, el único modo para que Dios engendre y sea engendrado. Su vida, para expandirse en nosotros tiene necesidad principalmente de una cosa: de nosotros que activamente contemplativos, tomemos conciencia, mientras transcurren los momentos y acontecimientos de nuestra existencia, que el Señor es aquel que está pasando junto a nosotros en este momento y que es El quien tiene en mente lo que hay que hacer, es El quien está manifestando su proyecto.

José es aquel José que conocemos porque es el esposo de María, la cual, a su vez, es la madre de Jesús. El en ella y ella en sí misma, son espectadores atentos del Dios que pasa. De este detenerse interiormente, de esta renuncia a dejarse atrapar por el ansia , que tiene su consecuencia práctica en el tiempo dedicado a la oración –tiempo en el cual es Dios quien obra mientras nosotros, estamos en silencio y frenamos toda la dispersión que está en nuestra mente-. Este detenerse, por tanto, es el terreno cultivado y preparado que hace posible que la semilla sembrada en nosotros germine, para que llegue a florecer y nos haga pronunciar aquella palabra: “SI”, que es a los ojos de Dios el más hermoso fruto de nuestra libertad.

José ha llegado a Jesús a través de María, y de él ha sido su educador y padre.

S. Leonardo Murialdo ha elegido a José como modelo para la Congregación de religiosos por él fundada para que, gracias a la intervención de María, mediadora de todas las gracias, acojamos al Señor en nuestro hemanos más pequeños.

 
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