Inserisci username e password nei campi sottostanti.
Username:
Password:

P. Armando Bridaroli (16/11/1920 - 8/7/2000)


Torino (TO), Italia, 16 de Noviembre de 1920

La Reina (Santiago), Chile 8 de Julio de 2000


Sábado, día 08 de julio de 2000, volvía serenamente a la Casa del Padre nuestro muy querido

P. ARMANDO BRIDAROLI PULINO

Nació en Turín el día 16 de noviembre de 1920. P. Armando, educado muy cristia­namente, pudo recibir muchos valores de sus padres Emmanuele (sastre) y Francesca. En un clima de amor y de valores cristianos y a contacto con los Josefinos de Murialdo, fue desarro­llando su vocación religiosa. Mientras el hijo maduraba su vocación, el papá lograba trabajar siempre menos por la enfermedad que se agravaba , quedándose la familia en una situación económica precaria. P. Armando pudo cursar sus estudios básicos en Rívoli, en una buena es­cuela Josefina donde encontró ayuda en todos los sentidos.

P. Armando contento y decidido, empezó el noviciado josefino el 03 de octubre de 1936. Su papá ya estaba en un hogar de ancianos, ciego y enfermo. A su madre le quedaban pocos años de vida.

Con el propósito de "salvarse y educar cristianamente los jóvenes", P. Armando fue recorriendo el camino formativo con empeño y constancia. Esto no lo libró de dificultades y de altibajos como todo joven y hombre que va madurando. Algunos defectos o límites en cuanto a la dependencia y a la seriedad en los empeños no han impedido que el juicio global fuera bueno, muy bueno o casi óptimo.

Superados con éxito los estudios filosóficos (1937-1940), realizó el tirocinio de tres años en el Orfelinato de Bergamo donde su sensibilidad y opción por los niños huérfanos y pobres se consolidaron, proporcionando sentido vital a su consagración religiosa. En ese pe­riodo, además de una buena experiencia de trabajo con los jóvenes, obtuvo también el título académico de profesor.

En 1944 empezó los estudios teológicos en la Universidad de Letrán en Roma, con­cluyéndolos en Viterbo el año 1947. Allí fue ordenado sacerdote el 01 de marzo de 1947. ¡Era un hombre feliz y lleno de ganas de trabajar por el Reino de Dios!

Su vida pastoral de joven sacerdote se desarrolló primeramente en la enseñanza y asistencia a los menores en Turín y en Bérgamo. Ya en las dos obras siguientes en que fue des­tinado le tocó también el servicio de ecónomo de la Obra, servicio que desarrolló siempre con competencia "milagrosa", responsabilidad y generosidad.

He podido hablar en Italia con hermanos que estuvieron con él en esos primeros años de sacerdocio. Lo recuerdan entusiasta, alegre, festivo, animador de los chicos, "picaro", muy experto y vivo, en el buen sentido. Sabía entusiasmar para el estudio, contagiar para la música, el deporte, los paseos y las iniciativas de solidaridad.

Desde 1960 hasta 1964 los superiores le han confiado la dirección de la importante obra de Sommariva y después de la de Milán (1964-66). ¡Cuánta atención para los hermanos, los docentes, los parroquianos, los colaboradores! En Sommariva construyó el nuevo semina­rio con la ayuda de generosos bienhechores. ¡Cómo lo recuerdan sus antiguos seminaristas que lo han podido saludar en octubre de 1997, con ocasión de sus bodas de oro sacerdotales!

Su último campo de acción en Italia fue la escuela de S. Margherita Ligure, como ecónomo (1966-1972). Interesante es su reacción al recibir la obediencia de trasladarse a S. Margherita: "Luego del encuentro con los hermanos de esa comunidad en la casa de Ejerci­cios Espirituales, entendí que me esperan como un amigo entre amigos. ¡Y esto me deja muy contento!". De esta afirmación entendemos cuanto P. Armando valoraba la serenidad, la fra­ternidad y la unidad en la comunidad Josefina. R Armando fue siempre un hermano con el cual se convivía fácilmente, de buenas relaciones humanas, con mucha cordialidad y capaci­dad de captar la situación de cada hermano y de ayudarlo. ¡Cuantos recuerdos en ese sentido! Ya en el período final de su trabajo en S. Margherita, P. Armando había madurado otro proyecto ambicioso: había solicitado al P. General de poder trabajar como "misionero" en América Latina. El 28/01/72 así escribía a su Provincial: "Le comunico que pedí y obtuve la aprobación del Superior General para ir a la América Meridional y realizar mi apostolado en aquellas nuestras obras. Mi decisión, si para alguien puede parecer improvisa, no lo es para mi. Es la conclusión de una larga espera en la cual se maduraron las circunstancias que hicie­ron posible el pedido. He solicitado trabajar en América para conocer nuevas caras, nuevos aspectos y, especialmente, para estar en contacto con una real pobreza, siguiendo mejor el es­píritu de Murialdo que trabajó entre los pobres. Las dificultades que encontraré, además de los motivos arriba descritos que son la base espiritual de mi decisión, son exactamente las que me animarán y pienso de encontrar en ellas un estímulo y una renovación juvenil." ¡P. Armando tenía entonces 52 años de edad!

¡Cómo se preocupó de adquirir material y cosas para llevar consigo a Chile, siem­pre asesorado por P. ítalo Sarollo y P. Luigi Parussini! Escribía en esa oportunidad: "Cuando me angustia el pensamiento por lo que debo llevar a Chile, me tranquilizo pensando: por po­co que yo logre llevar, llevo a mi mismo y toda mi gana de trabajar!" (Carta de 27/05/72).

Luego de unos meses en los Estados Unidos para perfeccionarse en la lengua ingle­sa, al comienzo de 1973 estaba en Chile en Requinoa (Rancagua). Primeramente se empeñó como docente y después como director de la Obra hasta 1986.

Desde 1986 hasta su muerte desbordó fuerzas, amor y dedicación en La Reina como párro­co, director, ecónomo...

De los años de su madurez humana y sacerdotal podemos destacar: su sensibilidad por los jóvenes más pobres y necesitados. Esta nunca vino menos. De una forma u otra los jóvenes pobres siempre han sido su opción pastoral priori­taria. ¡Cuánta ternura, cariño maduro y paterno! Su sensibilidad por los que sufren... disponible a toda prueba. Su respeto y amor por los hermanos, especialmente por los enfermos y por los jó­venes. Su hospitalidad era cautivante. Le gustaba estar en alegre conversación infor­mal, hacer fiesta, y hasta ser "regaloneado"... Tenía siempre alguna anécdota inte­resante para trasmitir, una broma oportuna, un sentido de humor realmente disten­sivo.

Su fidelidad a la oración, al espíritu de su Congregación de San José, su interés por conocer obras y obtener noticias de las diversas realidades de la Congregación. Su manera suave de presentar la verdad y las exigencias del Evangelio. Daba la im­presión que ponía su hombro junto a la persona que lo buscaba, para ayudarla a asu­mir la propuesta de una vida más ordenada y santa.

Su respeto y discreción con las personas, rehusando siempre el juicio y la crítica. Pa­ra P. Armando lo bueno, por poco que fuera, era lo más importante en las personas. ¡Y cómo sabía desarrollar ese bueno de cada uno! Conquistaba el afecto de cuantos se le aproximaban. ¡Cuántos gestos de afecto y de simpatía marcaron positivamen­te las personas que lo acercaban! "P. Armando te pedía un favor y te dejaba la sen­sación de haber ganado un amigo" - afirma de él P. Pablo Cestonaro, hermano de co­munidad.

Su comunicación y sonrisa cautivante; sus ojitos brillantes que iluminaban y levan­taban cualquier espíritu abatido o agobiado por problemas o sufrimientos.

Su capacidad de hacer todo para los demás, siempre con alegría. ¡Contento, Señor! - podia exclamar con P. Hurtado.

Su capacidad creativa de provocar la colaboración y el empeño laical, de dar espa­cio a cada uno, de animar la solidaridad para con los más necesitados. Su gusto y admiración por lo bello, lo bueno en todo y en todos. Su cuidado y decoro por la "Casa de Dios"...

Su encanto y fascinación por la vida, por el arte, por la música, por el canto litúrgi­co, por la liturgia bien preparada.

Su capacidad de inculturación (sabe vestir de huaso, recibe con gusto la ciudadanía honoraria chilena, le gusta visitar países, pueblos, regiones interesantes, vibra por el deporte chileno, etc.).

Por donde pasó, dejó obras nuevas y mejoras en las estructuras edilícias existentes. Las obras materiales, realizadas sin alarde y jactancia, no lo han distraído de su acción forma-tiva, evangelizadora y espiritual.

Estas pinceladas mal trazadas, no dan la visión global, humana y espiritual, de P. Ar­mando. Cada uno que lo conoció tiene ciertamente un nuevo matiz o relieve. Dios solo cono­ce todo y valorizará todo para la redención de la humanidad y para nuestra santificación, gra­cias a la ayuda y al ejemplo de este valiente hijo de Murialdo.

Luego de recuperarse de un muy serio problema de salud en 1984, en el cual tuvo un paro cardíaco, felizmente superado por la pronta intervención de competentes médicos, es­cribía al P. General: "¡Ah, Padre mío! ¡Qué bonito habría sido haber terminado! Ya estaba del otro lado, sin problemas y también sin dejar problemas graves a los otros... Se ve que el Señor espera algo bueno de mi por haberme salvado la vida por segunda vez" (carta de 8/4/84).

Lo bueno que el Señor esperaba, P. Armando lo realizó por otros 6 años. La cele­bración de sus 50 años de sacerdocio fue una grandiosa manifestación de gratitud para el ami­go, hermano y padre de todos.

En la paz de los justos, junto a Dios, junto a Murialdo y a los hermanos de Congre­gación en la Casa del Padre, P Armando no olvidará a los suyos. Su ejemplo nos ayude a cum­plir nuestra misión en este mundo según los planes de Dios. •

P. Pablo Cestonaro afirmaba que "en las casi cien páginas de pésames que se reco­gieron en el día de su sepelio, la frase más repetida era esta: "Gracias, Señor, por haber co­nocido P. Armando y por el afecto que nos ha dado".

Lo mismo dicen todos los hermanos de su Congregación de San José.

Villa Bosch (Buenos Aires), 31 de agosto de 2000.

P. Orides Ballardin
provincial.



Versione per stampa
 
2007 © Congregazione di S. Giuseppe - Giuseppini del Murialdo - Tutti i diritti riservati • Informativa sulla Privacy • P.Iva 01209641008
Design & CMS: Time&Mind