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P. Secondo Saggiorato (14/11/1929-17/1/2000)


Verona, Italia - 14 de noviembre de 1929

Tena, Ecuador - 17 de enero de 2000



Lunes 17 de enero de 2000. Son las 16h30 cuando la noticia "ha muerto el Padre Segundo" se propagó triste­mente por todo el Vicariato de Ñapo, por la Provincia Josefina ecuatoriano-colombiana, y, en pocas horas por toda la Congregación.

El domingo 2 de enero de 2000 fue llevado de emergencia y con mucho cuidado desde Puer­to Ñapo a Quito, habiendo sufrido otro infar­to que lo llevaría a la tumba.

En 1992, estando en Tena, sufrió el primer in­farto que lo dejó casi paralizado, habiéndose sometido a una intervención quirúrgica de la válvula mitral. En 1994 le colocaron dos vál­vulas metálicas al corazón y se le proporcio­nó un marcapasos: su salud estaba muy dete­riorada, y tenía que hacerse un chequeo perió­dico. Además sufrió algunas operaciones: a la vesícula, hernia y próstata.

Cuando falleció, sus restos mortales debían ser trasladados de Quito hacia el hogar sagra­do de Tena donde tantos valerosos y sacrifica­dos misioneros están descansando. Desgra­ciadamente, debido a las protestas justifica­das del pueblo ecuatoriano, en su mayoría in­dígenas, se cerraron las vías en todo el país, y los restos del Padre Segundo casi no pudo lle­gar allá donde el cohermano consagró casi to­da su vida para la evangelización del sector más pobre y abandonado. Con todo, las pri­meras horas del martes 18 estaban sus restos en la catedral de Tena. Cohermanos, religio­sas, fieles, parroquianos, niños, jóvenes, an­cianos, ... rodearon el féretro para saludarlo, contemplarlo y elevar fervientes oraciones al Todopoderoso por el alma de quien fue un re­ligioso abnegado, un sacerdote auténtico, un misionero celoso, un pastor sacrificado, un padre, hermano y amigo. Muchas personas se acercaron a Mons. Pablo Mietto y a los misio­neros a presentar los pésames; llegaron tam­bién numerosos acuerdos de condolencia por esta irreparable pérdida. Cabe señalar en ma­nera especial el mensaje del P. Luis Pierini, superior general, que en nombre suyo, de su consejo y de toda la Congregación hizo llegar a Mons. Pablo Mietto y a todos los misione­ros en estos términos: "Una vez más nos sen­timos, como nunca, fraternalmente unidos en la oración esperanzadora ante otro luto grave que afecta particularmente a la Misión Josefi­na de Ñapo.

El Señor ve y provee, mientras concede el premio a su misionero celoso y siempre fiel a su vocación Josefina y sacerdotal, no dejará desprovisto a su rebaño.

Nos ilumine con su sabiduría para compren­der en algo el misterio de su voluntad, y se­guir valerosamente sus designios".

Ciertamente que es difícil comprender la mis­teriosa voluntad permisiva de Dios que en un momento tan difícil y en una necesidad de co­hermanos nos lleve a un misionero tan valio­so. Pero, estamos seguros que el Padre Se­gundo desde el Cielo seguirá intercediendo por su Congregación, por su Misión para que el dueño de la mies siga enviando obreros nu­merosos y santos a su mies.

Ahora nos toca cumplir lo que reglamentaria­mente se dice y se hace cuando muere un co­hermano: "Los cohermanos, sabiendo que la muerte no rompe la unión, conservarán vivo el recuerdo de los hermanos difuntos", y dar a conocer la vida del cohermano fallecido. Sería mejor y más provechoso conocer y dar a conocer cuando los cohermanos están todavía vivos para poder apreciarlos mejor como hermanos y religiosos, imitando su entrega total a Dios y su humildad porque nunca han llamado la atención de la gente, invitando a la prensa y a la televisión.

Los papacitos del Padre Segundo, Ángel y Angela procrearon y educaron seis hijos, tres varones y tres mujeres; los dos últimos eran gemelos, habiendo nacido el hermano Se­gundo un poco después que su hermano ge^ meló, le pusieron el nombre de Secondo, y al otro Primo. Nacieron en Trevenzuolo (Vera­na, Italia) el 14 de noviembre de 1929; luego, la familia Saggiorato Grinfan se trasladó pa­ra siempre a Mantua. Aquí frecuentaron los gemelos la primaria. Segundo, habiendo es­cuchado la voz del Señor, entró en el Semi­nario de la Congregación Josefina en Ponte di Piave y Arcugnano, terminando la ense­ñanza secundaria; luego, habiendo realizado el noviciado en Vigone (Turín), hizo la pri­mera profesión religiosa el 29 de septiembre de 1955. Cumplió los dos años de magisterio en el Colegio Turazza de Treviso. Posterior­mente, cumpliendo los años de formación fi­losófica y teológica en Viterbo, se ordenó sa­cerdote el 3 de abril de 1965 junto con otros trece compañeros.

Después de los festejos de su ordenación en su lugar natal, junto con los padres José Riba y Vanio Di Marco, compañeros suyos, impul­sado por el celo de las almas más abandona­das, vino al Ecuador. Aquí pasa como vice-maestro de novicios en San Gabriel de Carchi por un año; luego es trasladado a Ambato en donde permanece desde 1966 hasta 1974 co­mo profesor de matemáticas en el Seminario, como ecónomo y como párroco de esa Comu­nidad. Desde 1975 hasta el 2 de enero de 2000 trabajó en el Vicariato Apostólico de Ñapo. Por 17 años pasó en Tena como supe­rior, ecónomo, colector, primer párroco en la obra Maximiliano Spiller; por 6 años pasó co­mo párroco en Archidona; en 1988 fue trasla­dado a la Parroquia de Puerto Ñapo. De los 70 años de su vida, 35 pasó en su patria italia­na, y los otros 35 años en su segunda patria, Ecuador, dedicándose de lleno a las misiones del Oriente ecuatoriano, por 25 años.

Desde su juventud adolecía de una enferme­dad al corazón; la cual se fue agudizando con los años, y, las operaciones, tratamientos y medicinas alteraron muchísimo su carácter. A pesar de esto, se entregaba con toda respon­sabilidad al trabajo, al apostolado y a la vida comunitaria; nunca falló las prácticas de pie­dad, las visitas al Santísimo, el rezo del santo rosario, las devociones legadas por nuestro fundador, el oficio divino. También manifes­taba muchísima humildad, reconociendo sus errores y pidiendo disculpas por haber ofen­dido en alguna manera a sus cohermanos.

Cuando se le proponía algún cambio para aliviar su trabajo y favorecer su delicada sa­lud, hacía dificultad en aceptar para no dejar a sus destinatarios sin el cuidado que él les daba. Decía: "les quiero muchísimo, quiero hacerles el bien, quiero que se conviertan y vivan felices".

Nutría un amor especialísimo a la virgen. El sábado anterior al infarto mortal, rezó muy de­votamente el santo rosario, y repitió con ma­yor atención la oración a la Virgen compuesta por San Antonio, su tocayo y protector, como se deduce por la corona del rosario y la hojita de la oración descoloridas por el uso frecuen­te, encontradas a la cabecera de su lecho.

Quiero transcribirla para que también nosotros podamos acudir a la Virgen en nuestras tribu­laciones, y oremos por el Padre Segundito.

Te rogamos, pues,
oh Señora nuestra
para que tú,
que eres la estrella de la mañana
alejes con tu esplendor
la nube de la sugestión diabólica,
que cubre la tierra
de nuestra mente
Tu, que eres la luna llena,
colma muestro vacío,
disuelve las tinieblas
de nuestros pecados,
para que podamos alcanzar
la plenitud de la vida eterna
y la luz de la gloria infinita.

Estoy seguro que la vida eterna y la luz de la gloria infinita ya ha otorgado nuestro Padre Dios a nuestro querido Padre Segundo por in­tercesión de la Virgen, de San José y de nues­tro Fundador en el centenario de su muerte.

P Evelio Ortiz B.
Superior Provincial



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