El nuestro
ideal
Nuestra Pía Sociedad tiene el gran honor de llamarse de San
José, Esposo de la Virgen María.
Esta denominación, surgida por la necesidad de poner nuestra obra bajo un tan
grande patrocinio, nace con la
Congregación misma, la cual, desde un principio, fue
consagrada a San José. Ella heredó, con el nombre, parte de los hermanos de la Congregación secular,
instituida precedentemente en nuestro Colegio Artesanitos de Turín, la cual se
transformó luego en Congregación religiosa.
Esta denominación fue espontánea, tanto en la primera cuanto
en la sucesiva institución, porque ambas estaban destinadas prioritariamente a
la santificación de los obreros, de los que San José es su modelo y patrono.
También porque la
Congregación nace en un tiempo muy favorable para esto.
Nunca, como al presente, se había intensificado y propagado tanto en la Iglesia la devoción a este
gran Santo, que Dios quiso, por altísimos designios de su Providencia, tener
por siglos y siglos como en la sombra.
Su culto, pues, alcanza su mayor manifestación cuando el
Papa Pio IX, de venerable memoria, proclamó solemnemente, el 8 de diciembre de 1870, a San José como
Patrono Universal de la Iglesia. Tan sólo tres años después fue
instituida nuestra Congregación, que, en el nombre mismo de este Santo, trazó
netamente su programa de ser y de obrar. Por esto, las virtudes de San José
deben ser las nuestras y su ministerio debe ser el nuestro.
Es San José la
Regla viva de nuestra Congregación, en la cual todo debe ser
josefino, y de la cual debe alejarse toda cosa que no sea según el espíritu de
San José.
Entre las virtudes, deben sobresalir entre nosotros: la
humildad, la vida escondida y la pobreza, acompañadas por una ferviente
devoción a la Virgen Inmaculada
y al Sagrado Corazón de Jesús. Ninguno, en efecto, más que San José, conoció y
apreció los privilegios de María, y ninguno más que él, después de María,
penetró en los secretos del amor que Dios ha donado a los hombres.
En cuanto a las obras y a los ministerios, aprendemos de San
José la vida laboriosa, la pasión por las almas, especialmente de los jóvenes,
y la generosidad en el sacrificio.
Si queremos que nuestra Congregación perdure y se propague
en la Iglesia
de Dios, es indispensable que se mantenga vivo en ella, no sólo el nombre, sino
sobre todo el espíritu de San José. Si este llegara a faltar o a disminuir
- ¡que Dios no lo permita! – habría
también una decadencia en la vida de la Congregación y un debilitarse de su ministerio:
porque las instituciones viven y properan en virtud de aquel espíritu que las
ha creado.
Y así como las otras congregaciones viven y properan,
algunas especialmente por la obediencia, otras por su rígida pobreza, otras por
la predicación, otras por la enseñanza... nuestra Congregación tendrá vida
próspera y duradera si, en la imitación atenta y diligente a San José,
procurará practicar siempre la humildad y la caridad, sus virtudes
características, y de ellas sacará constantemente provecho.
(de Il fine della Pia Società torinese di san Giuseppe
di d. Eugenio Reffo de p. Eugenio Reffo, - co-fundador de la Congregación de San
José- Tipografía PP. Josefinos – Pinerolo – pp.33-35)