Calcalí, Pichincha - 19 de enero de 1927
Quito, Ecuador - 26 de marzo de 2008
Nació en Calacalí (Pichincha) el 31 de enero de 1927. El miércoles de la Semana de Pascua, 26 de marzo del 2008, Jesús Resucitado llevó a celebrar con El la Fiesta de la Pascua que no se acaba a nuestro querido P. César.
La mayoría de los sacerdotes de nuestra Provincia nos encontrábamos reunidos en la II Asamblea Provincial, en las afueras de Quito. Todos nos trasladamos a orar junto a sus restos mortales que se estaban velando en nuestra Comunidad del Escolasticado, en donde había fallecido.
He aquí una breve semblanza de su vida: Corría el año 1941, cuando de los diez hijos del señor Alberto y señora Leticia, el Dueño de la Mies se complació en escoger a Guillermo y a César para su servicio. El intermediario fue Mons. Carlos Porras, fervoroso Párroco de Calacalí, su pueblo natal, quien los dirigió a nuestro Seminario Menor de Ambato. En ese tiempo los Padres Josefmos tenían allí los Seminarios Menor y Mayor. P. César, obtendrá allí el Título de Normalista y una vez realizados los estudios de Filosofía y Teología coronará su ambicionado ideal, recibiendo su Ordenación Sacerdotal, el día 12 de febrero de 1956, de manos del Obispo de Ambato, Mons. Bernardino Echeverría.
Su primer apostolado sacerdotal lo realizó en nuestra Parroquia de Guayaquil, que en ese tiempo correspondía a la periferia y al pantano, de allí los superiores le enviaron a Salinas y a Quito. En San Gabriel del Carchi ocupó el cargo de Director de la Escuela "Pío XII", así se iba perfilando en él la vocación especial de trabajar con los niños.
Cuando la obediencia le lleva a colaborar en nuestras obras de Chile, su trabajo será con los niños en Santiago, Valparaíso y Requínoa. En ese país permaneció 33 años, siempre muy apreciado por los Hermanos por su abnegación y sencillez, los Padres de Familia lo admiraban por su rectitud y disciplina. En el trato educativo, a los niños les inculcaba la vida eucarística y como nuestro Fundador, San Leonardo Murialdo, una tiernísima devoción a María Santísima. Los niños gozaban especialmente con el rezo del Santo Rosario y las celebraciones del mes de María.
Desde el momento en que la salud de su hermano, el P. Guillermo, desmejoró, los superiores vieron que era conveniente que su hermano estuviera cerca y lo trajeron al Ecuador en el año de 1999. Merece la pena recordar también que en los años de su juventud, esto es, desde el año 1949 al 1952 ejerció su magisterio en el Pensionado Murialdo de Quito, Institución que cuando pasó a su nueva sede se llamará Colegio "Paulo VI", al siguiente año trabajó durante un año en la Misión Josefina de Tena.
Al regreso de Chile se encargó de la Sección Primaria del Colegio "Rubira" durante cinco años, dedicándose con su habitual entrega y cariño a los niños y niñas de ese importante establecimiento.
Celebró sus Bodas de Oro Sacerdotales en el año 2004 en la Comunidad de Pifo y en la Parroquia San Leonardo Murialdo de Quito, rodeado de los Padres y Seminaristas, de sus familiares y numerosos parroquianos y en compañía de sus compañeros de Ordenación, los PP. Luciano Marchetto y Cristiano Forte, éste último fallecido hace un mes.
A la muerte de su hermano, el P. Guillermo, quien desempeñaba el cargo de Vicario Parroquial en San Leonardo Murialdo de Quito, el P. Provincial le invitó a reemplazarle y aquí desplegó un apostolado ejemplar en la Misas Dominicales, celebradas con edificación de sus fieles, quienes admiraban su devoción, su puntualidad y la concisión en la preparación de sus homilías; igualmente, era buscado para las confesiones. Tenía particular unción en impartir el Sacramento del Bautismo a los niñitos cada sábado; atendía la capellanía del Asilo de Ancianos "Hogar Corazón de María". Su trabajo diario era también la atención al Despacho Parroquial en la mañana y acudir a los enfermos y moribundos en la tarde, por lo tanto, podemos decir que cumplió a cabalidad el carisma educativo y parroquial de nuestra Congregación.
El día de su velorio y de su funeral se sucedieron los Padres y Seminaristas de nuestras Comunidades, sus familiares y los parroquianos para presentar sus plegarias al Creador por el eterno descanso de su bendita alma. La Santa Misa fue concelebrada por 24 sacerdotes, entre los cuales estaban su sobrino el P. Paco Gómez Orquera y el P. Superior de la Comuni¬ad Salesiana de la Kennedy. La celebración estuvo presidida por el P. Provincial de los Padres Josefmos.
Para concluir, podemos decir que el P. César llevó una vida sacerdotal con el carisma de San Leonardo Murialdo, "Hacer y Callar", pues no le gustaba figurar e imitaba a las violetas que expanden su perfume escondidas entre las hojas de la humildad y la caridad. Reiteramos nuestras condolencias a sus queridos hermanos, sobrinos y demás familiares.
p. Hugo Sanchez
superior provincial
Breve resumen de la Homilía durante el funeral
Anteayer el Señor llamaba junto a sí a un presbítero-religioso, hermano nuestro, P. César, después de un tiempo de dura travesía. El asumió serenamente su trabajo pastoral, su vida religiosa y nos ha dado un ejemplo maravilloso.
Vivamos el misterio que celebramos: Cristo se ha entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación. Confiados en el perdón y en la justificación que nos ofrece, dejemos el destino de nuestro hermano en sus divinas manos, las mejores manos. Con dolor pero con paz, con lágrimas pero con esperanza. "Morir sólo es morir. Morir se acaba. Morir es una hoguera fugitiva. Es cruzar una puerta a la deriva y encontrar lo que tanto se buscaba". Y lo que buscamos es el rostro misericordioso del Dios que perdona todas nuestras culpas, cura nuestras enfermedades, rescata nuestra vida de la tumba y nos colma de gracia y de ternura. Hemos acompañado su caminar con esperanza, pero siempre dispuestos a aceptar el plan de Dios. En esta perspectiva consideramos que la muerte, centinela que vigila constantemente el misterio, debilidad incurable de los seres corporales, es siempre un sobresalto pero no una caída en el vacío: "Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día. Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna y yo lo resucitaré en el último día". La muerte de un sacerdote es una pérdida muy dolorosa para su familia, una pérdida muy sentida para el presbiterio y una pérdida para nuestra comunidad religiosa. Y nosotros la vivimos con dolor, pero no sólo con resignación. La vivimos con fe y con esperanza: "En la vida y en la muerte somos del Señor pues para eso murió y resucitó Cristo, para ejercitar su poder sobre los que viven y sobre los que mueren".
Quiero con ustedes dar gracias a Dios. De él nos viene todo don: también nos vino el don de nuestro hermano sacerdote-religioso josefino, que acogió la llamada del Señor para vivir la vida religiosa y sacerdotal, siendo testigo del Evangelio con su palabra y sus obras, y que vivió con desvelo y con entusiasmo los gozos y las inquietudes pastorales de nuestra Iglesia y nuestra Congregación. Con ustedes invoco la misericordia de Dios compasivo, rico en piedad, sobre su historia y sobre su persona. La gracia tan abundante que Dios ha transmitido por su vida religiosa y su ministerio sacerdotal, pedimos que sea su santificación última y su definitivo alivio.
Les invito hermanos a levantar el corazón apoyados en nuestra esperanza cristiana. Lo mejor que podemos hacer por nuestro hermano César en estos momentos es elevar nuestra mirada Cristo resucitado: "si morimos, morimos para el Señor; para esto murió y resucitó Cristo, para ser Señor de vivos y muertos." Reafirmemos nuestra fe y nuestra esperanza en Cristo resucitado en este doloroso momento de la separación temporal de nuestro hermano.